CORRIENDO ANTES DE LA MEDIANOCHE

Dejando el amor para el último minuto


por Julia Scrive-Loyer

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Hay algo muy cinematográfico en ver personas corriendo. Tenemos imágenes hermosas como Greta Gerwig saltando y haciendo piruetas al ritmo de “Modern Love” en Frances Ha. Tenemos al pequeño Jean-Pierre Léaud escapándose del centro juvenil al final de Le 400 Coups, y llegando inesperadamente al mar, viéndolo por primera vez en su vida.

La primera vez que vi Manhattan fue el día antes de cumplir 16 años. Desde el año anterior, había instaurado la tradición de que la última película que vería antes de pasar a una nueva edad sería una peli de Woody Allen. Manhattan fue sin lugar a duda la que más me marcó en este pequeño ritual. Isaac David (Woody Allen), tras haber terminado con Tracy (Mariel Hemingway) a mitad de película para empezar una relación con la complicada Mary (Diane Keaton), se da cuenta, una vez queda solo, que una de las cosas por las que se siente agradecido en la vida es el rostro de Tracy. La extraña, la quiere, y fue un tonto en dejarla, cuando era realmente la persona que más lo quería. Hay una urgencia en decirle a alguien que uno lo quiere cuando esto se convierte en la única realidad que tiene sentido. Uno piensa a veces que bastará con sólo decirlo, porque la palabra hablada será portadora de toda la fuerza que uno siente por dentro. Amar, de repente se convierte en impulso vital absoluto. Woody Allen corre incansablemente por Manhattan, y como Antoine Doinel, se detiene ante el rostro de Tracy, que espera con sus maletas en la entrada de su apartamento, lista para irse a Londres a estudiar por varios - largos - meses. La palabra amor no la detiene, pero la recibe agradecida, y le pide a Woody Allen tener “un poco de fe en las personas”. Como muchas películas de amor, Manhattan ha hecho que sea difícil para mí entender cómo funcionan las relaciones en la vida real. No todo el mundo se da cuenta a tiempo del amor que sienten por uno, y muchas veces no se tiene paciencia para sobrevivir al destiempo.

Pero agreguémosle más urgencia a la carrera amorosa. Después de todo, Isaac David no era realmente consciente de la urgencia real que tenía decirle a Tracy que la amaba en ese momento exacto. No era más que una necesidad profunda y personal. ¿Qué pasa cuando te das cuenta de esto en el fin de año? El resultado es el mismo - corres. ¿Por qué correr si no es el fin del mundo? Hay muchas razones para tener prisa. El miedo a ya no ser bienvenido al día siguiente. O tal vez es lo que dice Harry al final de When Harry Met Sally: “Cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, quieres que el resto de tu vida empiece lo más pronto posible”. Oigo por ahí los abucheos de algunos lectores, catalogando esto de extremadamente cursi. Pero detrás de esa frase perfectamente armada para hacernos llorar, dicha por un Billy Crystal sofocado, está esa urgencia de la que hablábamos, esa necesidad de decir te quiero y sentir que todo va a cambiar una vez se haya dicho. Sin embargo, como en Manhattan, a Meg Ryan no le basta con que Billy haya corrido y le haya dicho te quiero.

Tomemos un último ejemplo: The Apartment. A veces no hace falta decir te quiero. A veces el simple hecho de correr hasta ahí, y no estar en ningún otro lugar, con ninguna otra persona es suficiente. Es verdad que es distinto complacer a Meg Ryan y complacer a Jack Lemmon, pero está bueno arriesgarse. En The Apartment, una vez Shirley MacLaine se da cuenta de que lo que quiso durante casi toda la película - estar con Fred MacMurray -, no tiene en realidad ningún sentido, corre a donde Jack Lemmon para pasar los primeros minutos del año nuevo con él. Ella nunca dice “te quiero”. No le hace falta. No está en su personaje. Estar ahí es suficiente, sacar las cartas para jugar es suficiente, decir “le mandaremos un pastel de frutas todos los años” a Mr. Sheldrake es suficiente. Esta vez el que dice te quiero no es el que corrió, es el que recibe la llegada. Jack Lemmon le dice “te quiero” y Shirley MacLaine prefiere no responder. No hace falta - “shut up and deal”.

Si usted, querido lector, no es atlético, o si tal vez las aceras de su ciudad son difíciles, si la persona a quien le quiere decir “te quiero” no está a una distancia corrible, entonces planifíquese bien este año nuevo. Y el año que viene recuerde, que tiene todo un año para decir las cosas que necesita decir. No espere hasta el último momento.

Feliz año nuevo.

Julia Scrive-LoyerComment