MAIA'S CLOSET PICKS: FUNNY FACE


texto de Maia Otero

Funny Face (1957) es conocida en el mundo del cine por marcar el inicio de la colaboración entre su director Stanley Donen y Audrey Hepburn —harían juntos después Charade (1963) y Two for the Road (1967). En el mundo de los amantes de la moda — y de la moda en el cine— esta película marca la colaboración oficial entre Audrey Hepburn y el couturier Hubert de Givenchy, en una de sus múltiples transformaciones de cenicienta en el cine. La colaboracion más conocida entre estos amigos, sin duda, es el vestido negro que usa Audrey Hepburn como Holly Golightly en la escena inicial de Breakfast at Tiffany’s, vestido que se repite varias veces en la pelicula, accesorizado de distintas maneras. Este vestido es tan icónico que se apropió, y se volvió imagen, de la máxima introducida en los años 20’s por Coco Chanel: “Todo lo que necesitas en un Pequeño Vestido Negro”. 

En Funny Face, Audrey interpreta el papel de Jo, una librera intelectual que piensa que la moda (sobre todo quienes trabajan en ella) es frívola. A ella sólo le interesa practicar la filosofía del empaticalismo: ponerse en el lugar del otro, y entenderlo. Quien carece de esa empatía es el equipo de Quality Magazine, quienes llegan a su librería y (sin pedir permiso) arman una sesión de fotos “para venderle ropa a la chica a la que no le importa la ropa” —para los conocidos de la moda de la época, la chica no es nada más y nada menos que la súper modelo Dovima, usando un vestido tan escultural que parece Schiaparelli. 

No sé a qué chica a la que no le interesa la ropa sale así a la calle pero me la presentan por favor que quiero ser su amiga. 

El único que demuestra un poco de empatía es el fotógrafo Dick Avery (Fred Astaire) quien se queda recogiendo los libros desparramados con ella, se pone a charlar, la escucha, hace preguntas sobre sus intereses — y la besa. Ese beso despierta en Jo pulsiones que ella no había reconocido.

Al leer “Paris Wardrobe”, me pregunto si la ropa diseñada por Givenchy son los vestidos hermosos que usa Jo como modelo, o si esto incluye toda la ropa que ella se pone desde que llega a París. Me lo pregunto porque entre todos los bellos vestidos, trajes, sombreros, e, imposible de olvidar, ese vestido de bodas, su mejor look, y, en mi opinión, uno de los mejores momentos musicales de la película, es el look negro entero que usa en el club de jazz franco-snob de pseudofilosofía. 

Al discutir con Dick sobre su vínculo con los demás empaticalistas, Jo decide demostrar su teoría — “si eres empático te puedes comunicar sin necesidad de hablar el mismo idioma que el otro” — a través del baile. El baile, acompañado por un jazz deconstruido y disonante, empieza demostrando su inconformidad con Dick, sobre lo empecinado que está en ver a los empaticalistas como borrachones que se aprovechan del alcohol que les brinda Jo, y la rabia que esto causa en ella. Pero a medida que va bailando, Jo se va soltando. Incluso el jazz va encontrando su propia armonía dentro del caos. Los pasos de baile de Jo se vuelven menos punzantes y directos —su cuerpo se deja de encorvar hacia adentro, y su felicidad empieza a estallar hacia afuera. Más allá del lenguaje que quiera transmitir el baile, el baile es el lenguaje. Jo no sabe cómo se siente, no sabe cómo comunicárselo a Dick, pero sabe que el movimiento la puede ayudar a revelar aquello que no entiende, el movimiento es el lenguaje, el lenguaje la liberación. 

Antes de irse a París, la ropa de Jo titila en las fronteras del “evangélica core” con sus faldas, sus abrigos, sus pañuelos que le tapan el pelo, sus colores neutros y serios: gris, marrón, negro. Su ropa es algo que ella quizás encuentra frívolo y por debajo de sus capacidades intelectuales. Steve Jobs, fundador de la empresa Apple, famosamente usaba el mismo uniforme a diario (cuello tortuga negro y blue  jeans) para poder dedicarle el tiempo y energía de esa elección a otras cosas. Jo opta por el mismo cuello tortuga negro, una falda por debajo de las rodillas con medias y mocasines para trabajar y caminar por las calles de Nueva York, un abrigo sin mangas con bolsillos para protegerse del frio y guardar lápices, cuadernos, libros — lo que pueda necesitar una librera filósofa. 

Dependiendo de cómo elegimos usarla, la moda puede ser puramente utilitaria (la necesidad de proteger nuestro cuerpo) o expresiva (la necesidad de comunicarle al otro quiénes somos, o cómo queremos ser interpretados). Esto es obvio en la imagen que vemos arriba, donde Jo, vestida utilitariamente, está rodeada de mujeres que abrazan el Dior New Look de los años 50's: el retorno a la figura femenina acentuada, los tacones altos, la cintura ajustada.

Pero quién te dice a ti y a mí que esos mocasines de Jo no son Ferragamo. 

El personaje de Fred Astaire, Dick Avery, está inspirado en Richard Avedon, uno de los fotógrafos de retratos y moda más prominentes de su época, quien además trabajó como consultor visual de la película y diseñó los fantásticos créditos iniciales.  

Y, sí, Fred Astaire tiene 30 años más que Audrey Hepburn, pero dime que si Fred Astaire convence a todos en Quality Magazine que eres la Quality Girl, te lleva a París, a un viaje de trabajo todo pago con ropa fabulosa — el país al que sueñas ir para conocer a tu filósofo favorito (el profesor Flostre) — y, como si no fuera suficiente, te baila tap bajo tu balcón Parisino con el carisma y dexteridad de Fred Astaire (porque es Fred Astaire) tú no te enamoraras de él? Sobre todo con el swing de ponerse esas medias azul claro con sus mocasines (¿es esto una película sobre buenos mocasines?). 

Tap Dancing > Age Gap

Rey del “pop of color”, Dick se viste con tonos invernales; blancos, grises y azules fríos. Su estilo se podría describir como chill, suave, o simplemente, cool. Fred Astaire se adapta estéticamente, formalmente, y en su coreografía más expresiva, a "los tiempos modernos" contrastado con sus smokings y los pasos de tap precisos de los años 30s. Es Dick quien hace de “mediador” entre la moda (la editora Maggie Prescott) y el pensamiento filosófico (Jo) y quien es capaz de conciliar ambos mundos. Como fotógrafo, eso es Dick, un traductor entre dos mundos, el mundo real y el mundo retratado. Su trabajo se vuelve alquímico al captar una emoción, transmitir un gesto tridimensional en movimiento lumínico.

Cuenta la leyenda que esta foto de Avedon fue rechazada por Carmel Snow, editora de Harper's Bazaar, porque “Nadie llora en un sombrero Dior, Dick”. Él decidió entonces recrearla en la película (brb, comprando un sombrero Dior para llorar en él).

Maggie Prescott, interpretada por Kay Thompson, es la estatuesca editora de Quality Magazine. Inspirada en Diana Vreeland, editora de moda de Harper’s Bazaar y luego jefe de redacción de Vogue, Maggie Prescott se presenta como un personaje rígido y autoritario, con sus faldas tubo y powersuits, su horda de asistentes listas para tomar notas de lo que vaya a decir, y lo que canta se vuelve moda (“Think Pink!”). En otras palabras, Maggie Prescott bailó tap para que Miranda Priestly pudiese arquear la ceja en The Devil Wears Prada.

Sin embargo, mientras Dick es el mediador entre Jo y Maggie, Maggie es la primera en ser capaz de ponerse realmente en los zapatos del otro y traducir  los lenguajes extremos de Jo y Dick en un lenguaje común: el amor.

Aquí hay una mujer en las sombras dando a luz a otra mujer en las sombras. En la vida real Kay Thompson era la arreglista vocal principal de MGM, trabajando con Rita Hayworth, Marlene Dietrich, Lucille Ball, entre otros, como entrenadora vocal. Kay fue madrina de la hija de Judy Garland, Liza Minelli. Con Liza Minelli caemos en mi otro ícono de la moda, Éloise, la niña traviesa que vive en el Plaza, porque muchos la ven como una inspiración no oficial del personaje. En 1955, Kay Thompson escribió el libro Éloise basado en su amiga imaginaria de infancia, e inspirado en su alter ego infantil y estridente. 

En el segundo libro Éloise viaja a París. Ambas obras maestras salieron en 1957, y fue filmando la  película que Kay se inspiró en llevar a su personaje a Francia. La rebeldía de Éloise se contrasta con la sangre fría de Maggie, sus travesuras en París son una fantasía de Kay. Funny Face es su papel más grande en el cine  ya que Thompson prefería cantar en cabarets y radios — se encontraba la producción cinematográfica muy lenta para su gusto. Me imagino a Éloise paseando por París vestida en su habitual uniforme de colegio desarreglado (falda plisada, camisa blanca), sin peinarse, y causando caos entre tomas (esta es una frase casi autobiográfica).

Tanto los musicales como la moda suelen ser vistos como frívolos, medios por debajo de sus pares en las artes. Le hemos dejado los musicales al pasado, porque nos parecen cursi o cringe. El cine nos da la oportunidad de proyectarnos en la pantalla y hacer catarsis, pero si le añadimos la música nos regala una perspectiva en primera persona — al cantar dejamos de vivir los sentimientos de los personajes para empezar a encarnarlos.

Cuando Jo se pone el vestido de bodas y sale por la pasarela, deja de ser una modelo y se convierte en amante, se humaniza de adentro hacia afuera: no soporta usar el vestido de bodas porque se siente como un disfraz, una máscara. Sus sentimientos por Dick se vuelven intolerables y sale corriendo. Dick se reencuentra con Jo en la iglesia, la misma iglesia donde se profesaron su amor. El vestido, cargado aún con esa energía, los reúne, y aunque Jo lleva la misma ropa, no es la misma persona.

Maia OteroComment