NOSTALGIA

por Bruna Braga

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El cambio es una parte irremediable de la vida — sin importar de la manera en que llegue. Asumir esta verdad me ha hecho más fuerte. Claro, mi personalidad también me ha servido en este sentido, así como — tal vez aún más — las circunstancias en las que me he visto. Crecí en varias ciudades y, más recientemente, crucé el Atlántico y me mudé a un país en el que jamás había estado — lo que significó que tuve que aprender, tal vez inconscientemente, a adaptarme al mundo que me rodeaba para poder sobrevivir. Para mí hay algo hermoso en lograr dejar ir las cosas.

Pero también he llegado a reconocer que hay una extraña nobleza en el hecho de sentirse profundamente arraigado a un tiempo y espacio en particular — una condición que podríamos nombrar nostalgia. Nadie ha logrado retratarla con tan poética y elegantemente que Andrei Tarkovsky. En su libro Esculpir en el Tiempo, el poeta del espíritu describe la nostalgia como una “conciencia inexorable e insidiosa de nuestra propia dependencia al pasado, como una enfermedad que crece hasta alcanzar niveles inaguantables.” Tarkovsky conoce bien esa profunda sensación de pérdida que viene al estar lejos de casa — un sentimiento transmutado a su penúltima película, apropiadamente titulada Nostalghia (1983). Aunque haya sido filmada en Italia, la película — la primera que filmó después de haber dejado su tierra natal buscando libertad artística — es Rusa por excelencia:

Quería hacer una película sobre la nostalgia rusa — sobre el estado mental particular que aflige a los rusos lejos de su tierra natal. Quería que fuera una película sobre el vínculo fatal de los rusos con sus raíces, con su pasado, con su cultura, con el lugar en el que nacieron, con sus familias y amigos; un vínculo que llevan consigo su vida entera, sin importar dónde los lleve el destino.

Nostalghia explora la crisis espiritual de Andrei Gorchakov, un poeta ruso que llega a Italia para investigar sobre la vida de su compatriota Pavel Sosnovsky, un siervo y compositor del siglo XVIII. Sosnovsky había sido enviado a Italia por su amo, quien se había percatado de su talento musical, para que estudiara composición en la Academia de Bolonia. Vivió en Italia durante nueve años, logrando un gran reconocimiento. Sin embargo, guiado por su irremediable deseo de volver a casa, regresó a Rusia a ser esclavo, y terminó ahorcándose poco después de haber llegado. La historia de Sosnovsky parafrasea el estado mental de Gorchakov. Él también es un extranjero en otra tierra, plagado por una nostalgia que lo paraliza. El pasado y el presente poco a poco se funden, el atormentado poeta siendo asaltado por sonidos y olores de su casa, imágenes de lugares familiares y los rostros de personas queridas.

Es evidente en el conjunto de la obra de Tarkovsky que no estaba interesado en el desarrollo de una historia, sino en el mundo interior de sus personajes: “Estoy interesado en el hombre, porque contiene el universo dentro de él; y para encontrar la expresión de esa idea, el significado de la vida humana, no hace falta esparcirle en el fondo un canvas de acontecimientos.” En efecto, es a través de la prominente inacción de Gorchakov que entendemos la gravedad de su alienación, no sólo con respecto al mundo sino también con respecto a él mismo. Esto queda claro, en parte, a través de sus interacciones con Eugenia, la intérprete que lo acompaña en su viaje. El atormentado poeta permanece distante e introspectivo, a pesar de la aparente atracción entre él y la sensual, estatuesca mujer. Hay una tensión palpable que hierve por debajo de sus interacciones, como un tango, cuando Gorchakov rechaza los avances de Eugenia que él mismo provocó. El hecho que lleve en el bolsillo de su abrigo las llaves de su casa y juegue constantemente con ellas, es otra indicación de su nostalgia.

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Cuando visita los baños termales de Santa Catarina en Bagno Vignoni, Gorchakov queda intrigado con la presencia de Domenico, un antiguo matemático que, esperando al Armagedón, encerró a su familia en su casa durante siete años. Atormentado por su incapacidad de salvarlos de los demonios del mundo, este hombre excéntrico ha caído en espiral hacia la locura. Que este encuentro fortuito tenga como fondo los baños termales de Bagno Vignoni no es casualidad: históricamente, se construyeron para aliviar el sufrimiento de los enfermos. Por lo tanto, este momento es un punto de giro en el viaje de Gorchakov, que se ha transformado en un peregrinaje personal para sanar los dolores de su alma.

En una conmovedora carta a su amigo Pyoty Nikolayevich, escrita dos años después de haber llegado a Italia, Pavel Sosnovsky apunta: “Podría asegurarme de nunca volver a Rusia, pero el sólo hecho de pensar en eso se siente como la muerte. No es posible que jamás vuelva a ver la tierra en la que nací: los abedules y el cielo de mi infancia.” Este sentimiento era compartido entre Gorchakov con, por lo tanto, el propio Tarkovsky — después de todo, “¿Cómo podría el pintor o el poeta expresar otra cosa que su encuentro con el mundo?” Nostalghia logra su intensidad emocional por ser un reflejo del propio estado interno de su realizador.

En el último movimiento de la película, Domenico se encarga él mismo de resolver todo lo que está mal en el mundo. “Tenemos que volver dónde empezamos, al momento en el que tomamos el camino equivocado. (…) ¿Qué mundo es este, si un loco les dice que tienen que sentirse avergonzados de ustedes mismos?” Éste es su último aviso antes de sacrificarse por la Humanidad. Profundamente afectado por la integridad de Domenico, Gorchakov intenta a su vez hacer algo por el sufrimiento del mundo — y su propio sufrimiento. Sin embargo, ha llegado a un punto tal en su dolor que es incapaz de sobrellevar su crisis espiritual y su pérdida de identidad.

Nostalghia es la prueba de que un hombre puede dejar su tierra natal sin dejar de estar encadenado a su pasado. Es un viaje auto-reflexivo hacia las profundidades de la derruida identidad de una nación. Habla sobre la pérdida y el duelo de un hogar ausente. Pero es, sobre todo, una conmovedora reflexión sobre el desarraigo espiritual de la humanidad. Más temprano en la película, una Eugenia exasperada censura la pasividad de Gorchakov — “Ustedes todo parecen querer libertad. Hablan sobre la libertad, pero cuando la tienen, no saben qué hacer con ella, ni saben reconocerla.” Nuestra búsqueda incansable de libertad espiritual nos ha convertido en viajeros sin destino alguno — ¿y a qué precio? A menos que hagamos un esfuerzo genuino por respondernos esa pregunta, nos seguiremos alejando cada más del hogar. Y, al hacerlo, nuestra nostalgia no hará más que agudizarse.


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