Oscar Torres y la Crítica Resonante: Una Fábrica de Sueños contra el Adoctrinamiento Fílmico

Un texto de Lauren Fernández Lora


Esta serie de textos, que aparecerá bajo el tag Los Críticos Leen a los Críticos, son fruto de una serie de charlas realizadas por la Dirección General de Cine y su Cinemateca Dominicana, así como Adopresci, en la que cuatro críticos actuales (Ysidro García, Lauren Fernández Lora, Victor Piñeyro y Diana Tejada) se sumergieron en la obra de cuatro críticos fundacionales del país: Armando Almánzar, Oscar Torres, Arturo Rodríguez y Agustín Martín. En Simulacro MAG, quisimos darle seguimiento a estos textos y darles un espacio donde pudieran ser revisitados. Gracias a los que hicieron esta colaboración posible.


"Ya sabrá usted, lector mío, a que abstenerse, ¿verdad?" - O.A.T.

Participando en un ejercicio reciente en la Mediateca Arturo Rodríguez de la Cinemateca Dominicana, donde críticos contemporáneos leímos las palabras de los pioneros en este oficio tan necesario y que no termina de tener su lugar en el ecosistema de la industria cinematográfica y cultural, por lo menos de nuestro país, me enfrenté a la verdad que siempre llevo conmigo: la historia no es absoluta; es una conversación que se replantea y se escribe cuantas veces sea necesario. En esa inmersión de memoria fílmica, la figura de Oscar Torres (O.A.T.) se reveló ante mí no sólo como un crítico, sino como un conspirador intelectual cuyo legado trasciende las artes.

El escritor y periodista cubano Luis Beiro Álvarez nos ofrece una contextualización vital sobre la doble vida de este intelectual:

Además de cineasta con raigambre intelectual, Oscar Torres fue crítico de cine, de teatro, de música, de artes visuales, cronista de tiempo, jefe de redacción de la revista Vanguardia Revolucionaria Dominicana (fundada por compatriotas exiliados en Puerto Rico durante la dictadura trujillista). En la República Dominicana, como autor, no acostumbraba a firmar con su nombre sus colaboraciones en la prensa, sino con las iniciales O.A.T. Su labor conspirativa se disfrazaba de múltiples maneras debido a su temprana formación intelectual. (Beiro Álvarez, 2019, p. 18-19).

Torres, evitaba la firma completa para proteger su labor bajo la dictadura trujillista.

Esa formación intelectual se tradujo en una conciencia social que lo empujó a renunciar a sus estudios de Derecho. Su concepción de la justicia era irreconciliable con la realidad de la época. Meses después, Torres fundó su trinchera cultural. Como apunta Luis Beiro Álvarez, esa columna lo elevó en marzo del 1951:

En marzo de ese año se convierte en el primer crítico moderno de cine en nuestro país, con su columna Fábrica de Sueños, la cual aparecía dos veces por semana y a veces tres, además de sus ya habituales trabajos especializados de crítica musical, de teatro y artes visuales, que venía publicando en el periódico El Caribe desde 1948. (Beiro Álvarez, 2019, p. 29).

Al examinar detenidamente los archivos recolectados de esta columna cinematográfica entre 1950 y 1951, mi experiencia se convirtió en una lectura inmersiva. En el periódico El Caribe, este espacio se abría con un título enigmático que no revelaba el título de la película de la cual se hablaba, seguido de  la ficha técnica y el cine en donde se estaba exhibiendo (Rialto, Olimpia, Independencia, etc.). Encima, figuraba un logo peculiar: un público observando una gran pantalla con un texto de fina tipografía que decía Fábrica de Sueños, y a un lado, un hombre y una mujer besándose.  Parte esencial de ir al cine, ¿no?

Mi propio ejercicio de objetividad me obligó a sumergirme en dos de las películas que él analizó para comprender la naturaleza de su desafío. Vi Sunset Boulevard (1950), dirigida por Billy Wilder, y La Noche del Sábado (1950), dirigida por Rafael Gil. Ambas críticas, a pesar de sus tonos opuestos, se centraron en el mismo punto de colapso o resurgimiento de las carreras de Gloria Swanson y María Félix, respectivamente, con una atención particular en la fuerte autoestima (o ausencia de) que poseían sus personajes.

No fue una selección tan solemne como suena: la decisión de escoger estas dos películas fue fácil, porque me di cuenta de que había varias figuras que ya me rondaban desde algunos años atrás, nombres y rostros sobre los cuales había leído, escuchado o visto en otros rincones del cine. Elegí La Noche del Sábado por la razón menos académica posible: ya estaba familiarizada con la personalidad magnética de María Félix, una de las figuras más imponentes de México, con quien tuve mi primer encuentro cinematográfico en Enamorada (1946) de Emilio “El Indio” Fernández, una película inolvidable de carácter nacionalista y con una Félix deslumbrante. En cuanto a Sunset Boulevard, antes de verla inicié una pequeña investigación y me encontré con uno de esos chismes gloriosos que obligan a cualquiera a sentarse frente a la pantalla: la intervención nada menos que de George Cukor, un director que admiro por películas como Holiday, The Philadelphia Story o My Fair Lady, quien, siendo gran amigo de Wilder, le recomendó considerar a Gloria Swanson para el papel de Norma Desmond. Wilder, pragmático, pidió audiciones; Swanson, diva legítima, se ofendió; y Cukor, en su estilo directo, le dijo: “Si te piden hacer diez pruebas, tú las haces, y si no, yo mismo te pegaré un tiro. En el futuro te recordarán por este papel”. Después de leer eso, no tuve más remedio que verla antes de sumergirme en la crítica de Oscar. Y Cukor, por supuesto, no pudo haber estado más en lo cierto.

Me dejé llevar por la fuerza de las palabras de Oscar al examinar su crítica de La Noche del Sábado, donde no se limitó a disparar contra María Félix, sino contra la cinematografía ridícula española que usaba la belleza física para vender una narrativa trivial y vaga. Su plan no era sólo  condenar el fracaso de una actriz; era desafiar el ego masculino y los estereotipos que, setenta y cinco años más tarde, seguimos viendo en pantalla. ¿No seguimos, de algún modo, intentando burlar al espectador con un embellecimiento físico que condena a la mujer a la invisibilidad intelectual?

La crítica a Sunset Boulevard era la contraparte: una postura de admiración y cinefilia. Torres detectó en la actuación de Gloria Swanson una contemplación al pasado. Este film noir retrata no sólo el avance tecnológico del cine (del silencio al grito), sino la catástrofe que empuja a la modernidad y al olvido de las figuras que forjaron parte del camino. Era una mirada, sin sutilezas, a lo efímero del arte y la grandeza.

En este punto, pude confirmar que Oscar se convirtió en el crítico que necesitábamos en aquella época y que en esencia debemos traer a nuestro presente. Su columna Fábrica de Sueños fue un espacio de resistencia contra un circuito de cines que, bajo la dictadura, ofrecía en gran parte una cartelera para adormecer al espectador. Su texto Traerán El Limpiabotas a Comienzos de Abril, no constituía una crítica como tal al neorrealismo de Vittorio De Sica. Más bien, utilizó el prestigio internacional del film El Limpiabotas (Sciuscià, 1946) como herramienta para denunciar la deficiente programación, que relegaba las películas importantes capaces de despertar la conciencia sobre una cartelera efímera de apenas uno o dos días.

Esto me hace pensar en el paralelismo con nuestros tiempos. ¿Por qué nos hacen esperar meses para ver un cine esencial que eleve nuestros aspectos morales? Pienso específicamente en Dahomey (2024), de Mati Diop, donde el pueblo del antiguo reino de Dahomey en África Occidental exige la devolución de sus bienes al gobierno Francés y justicia por años de negligencia. ¿Acaso no es un reflejo de nuestra propia historia cuando vemos cómo piezas de incalculable valor, como el único cemí taíno de algodón, regresan al país en calidad de préstamo temporal, y no como patrimonio recuperado? Necesitamos esas películas. Esta era la libertad que propagaba Oscar a través de su crítica: reclamar una programación que nos despierte y nos haga ciudadanos más conscientes de lo que nos pertenece.

Que este texto le sirva, lector mío, para despertar ese interés caribeño de buscar y abrazar otras historias, más allá de la brújula del Norte, que nos recuerden la vida que soñamos tener.


Referencias:

Beiro Álvarez, L. (2019). Oscar Torres. El cine con mirada universal. Ediciones Archivo General de la Nación.

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