MA NUIT CHEZ MAUD


por Bruna Braga

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Cuando le preguntaron por qué había elegido el blanco y negro para Ma Nuit Chez Maud (1968), la tercera pieza de su colección de Contes Moreaux, Éric Rohmer explicó: “Porque le iba bien a la naturaleza del tema. El color no le habría aportado nada positivo; al contrario, habría destruido la atmósfera de la película y distraído con elementos sin propósito. (…) Quería sobre todo explorar el contraste entre blanco y negro, luz y sombra.”¹ Sin embargo, este contraste entre elementos aparentemente antagónicos no está limitado a los blancos relucientes y negros aterciopelados que cubren la pantalla. Ma Nuit Chez Maud es, en esencia, una película sobre extremos: la castidad y la seducción, la casualidad y el destino, la mente y el corazón.

En el preámbulo, seguimos el pintoresco recorrido de Jean Louis desde el campo de Ceyrart hasta la fría Clermont-Ferrand. Françoise, rubia, devota y virginal, se arrodilla durante la misa — es católica como él. Él la sigue en su carro mientras ella monta bici por las callejuelas de la ciudad, hasta que la pierde. “Ese lunes, 21 de diciembre”, Jean-Louis tiene la certeza de que ella será su esposa. Más tarde, se encuentra a Vidal, un antiguo amigo marxista. Hablan de Pascal — a Vidal le parece fascinante su lógica detrás de la Apuesta, mientras que Jean-Louis se rebela contra la inflexibilidad de sus Pensées. Maud, divorciada, de espíritu libre y escéptica, los invita a ambos a su casa. A través de una serie de conversaciones, ella y Vidal ponen a prueba la aparente autosuficiencia intelectual y sexual de Jean-Louis. Pero la noche avanza, y se vuelve evidente que la devoción del joven no es una fachada; defiende su fé con cortesía, y comenta sobre la necesidad de tener principios — todo esto reconociendo sus propias debilidades. Finalmente, después de manipular a Jean-Louis para que se quede esa noche con ella, la seductora — ahora acurrucada en su cama, con nada más que una camiseta — intenta acercarlo a ella poco a poco, en una de las escenas mejor coreografiadas de la historia del cine.

Ma Nuit Chez Maud es, tal vez, una de las piezas más rigurosas a nivel estructural en la obra de Rohmer. Con un blanco y negro tajante, un ritmo preciso y diálogos elocuentes. Sin embargo, bajo este asepticismo cuasi-Bresonniano se esconden capas de complejidad que conforman a los personajes y las relaciones evocados con elegancia por el director. La mirada sensible de Rohmer nos permite percibir momentos de indecisión, confusión y duda, revelando inesperadamente momentos conmovedores (y a veces cómicos) en su intimidad y vulnerabilidad — permitiendo que la película vaya más allá de ser un árido ejercicio intelectual.

En uno de los puntos de giro de la película, Maud censura duramente a Jean-Louis cuando él intenta redimirse por haber rechazado sus avances: “¡Prefiero a las personas que saben lo que quieren!” Sin embargo, hay algo admirable en su insistencia al mantenerse firme a sus principios, más allá del dolor que esto le pueda causar — la necesidad y el dolor de tener que elegir.

Por más que “la idea de un hombre que duda entre dos mujeres es lo que une a todos los Contes Moreaux”, Rohmer deja bastante claro que en todos los casos, el hombre “(…) no duda realmente, lo que pasa es que en el momento exacto en el que tomó una decisión, otra mujer aparece.” Efectivamente, Jean-Louis ya había tomado su decisión, y el epílogo confirma su determinación de casarse con Françoise - rubia, devota y virginal. La nieve se derritió y dejó paso a playas de una arena blanca que ilumina la pantalla. Un encuentro casual lleva a la iluminación, y mientras Jean-Louis y Françoise corren hacia el mar, observamos desde lejos, en añoranza, lo que hubiese podido ser.

¹ Petrie, G., & Rohmer, E. (1971). Eric Rohmer: An Interview. Film Quarterly, 24(4), 34-41

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