LIBERTAD EN PROCESO

Les Nuits de la Pleine Lune (1984, E. Rohmer)


por Julia Scrive-Loyer

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Ya ha pasado más de un año — más un siglo considerando la pandemia — desde que salió nuestro número dedicado a Eric Rohmer. En aquellos tiempos lejanos, Simulacro era todavía un one-man-show, y me pasaba las tardes escribiendo sobre papá Rohmer en un café rodeada de gente. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Simulacro se ha convertido en una revista que cuenta con la colaboración constante de personas hermosas, y el mundo se ha encerrado en sus casas. Sin embargo lo que nunca ha cambiado desde la primera vez que vi una película de Rohmer hace 12 años, es lo cómoda que me siento en su cine. Como muchas de sus otras pelis, habré visto Les Nuits de la Pleine Lune más veces de las que puedo contar. Tiene mi escena de baile favorita en toda la historia del cine, y es la razón por la que me enamoré de Fabrice Luchini. Pero no sólo de él: Pascale Ogier me sedujo desde que apareció en pantalla, en toda su languidez, su pelo enorme y la franceseidad tan particular a muchas chicas Rohmerianas. Ogier murió poco después de filmar la peli, pero me quedo tranquila sabiendo que sigue viva en Les Nuits de la Pleine Lune, y quiero aprovechar para dejar esto que escribió Luc Arbona para Inrock en 2004:

Louise, es una joven actriz con un encanto loco que acaba de cumplir 25 años: Pascale Ogier. ¿Qué sería de esta película sin ti, Pascale, sin tu encanto y sin la canción de Elli et Jacno que bailas una noche de luna llena?

Quiero hablar de esta película para hablar de la libertad. Louise, el personaje de Pascale Ogier, es un personaje que está intentando reconstruir su libertad, intentando experimentar la soledad que le ha costado conocer, ya que pasó de vivir en la casa de sus padres a vivir con un novio tras otro. En este texto hablaremos de las tres esferas de esta libertad en proceso: Louise y los espacios, Louise y los otros, Louise y ella misma.

Ah, los espacios Rohmerianos y sus cuidadas paletas de colores. Lo que enaltece invariablemente el placer estético de los apartamentos y las casas en las películas de Rohmer es la relación estrecha que tienen sus personajes con estos espacios. Nos da la impresión de que los habitan realmente — los reflejan. Estoy, en efecto, describiendo el trabajo básico de un director de arte. Pero hay algo icónico en la manera en que está logrado en las películas de Rohmer, quizás por el tiempo que se toma en mostrarnos esos espacios vacíos — ¿Por una cuestión de ritmo? ¿Para decirnos algo más de los personajes? ¿O, sencillamente, porque se los encontraba bellos? La verdad es que Rohmer pensó mucho en los espacios, llegando incluso a escribir su tesis de doctorado sobre La organización del espacio en el Fausto de Murnau. Dejando de lado su uso del espacio natural, vimos en el texto sobre L’ami de mon Amie su interés por la arquitectura. Inquietudes similares se expresan en los personajes de Les Nuits de la Pleine Lune en conversaciones sobre vivir en los suburbios modernamente reconstruidos y aislados, en vez de vivir en la ciudad — o en el caso de Octave, el personaje de Fabrice Luchini, vivir en una ciudad que se sienta “el centro del mundo” vs. vivir en el campo. Esta pasión por la arquitectura se une a la pasión de Rohmer por la pintura. Ésta se manifiesta de manera más evidente en sus obras de época, pero en su obra en general le da uso en las paletas de colores y en la composición de los cuadros. Qué frase tan trivial, pero no tengo tiempo para adentrarme en eso. Otro día entramos en ese tema.

El punto es que todo esto se traduce a menudo de manera muy diáfana en la trama o en la construcción de personajes, y Les Nuits de la Pleine Lune es una de estas instancias. El contexto espacial es fundamental en la historia desde la moraleja inicial de la película: “quien ama a dos mujeres pierde el alma, quien tiene dos hogares pierde la razón”. Supongo que llegó el momento de decir brevemente de qué va la peli, pero contémosla primero de un punto vista espacial y usando lo que hemos visto hasta ahora [se aclara la garganta]: En los años 80, Louise, una mujer que trabaja en las artes decorativas y que diseña lámparas, vive con su novio Rémi — que tiene cara de tiburón — en un suburbio bien moderno de París. Viven ahí porque Rémi trabaja cerca, además de que al parecer es súper fan de toda esa estética impersonal y de poder estar cerca de una cancha de tennis. Fascinante. Louise sin embargo sigue trabajando en la ciudad, y le gusta quedarse un poco más tarde por las noches para janguear en el dinamismo del París ochentero. Como esto le molesta a Rémi, ella decide volverse a apropiar de su pequeño piso que había puesto en alquiler en la ciudad. Esto, según ella, puede salvar la relación, porque le daría la sensación de tener un espacio propio, uno en el que ella pueda bailar la noche entera, tomar café con su amigo Octave o, por qué no, dormir con algún otro chico.

La libertad de su piso en París se ata a su otra gran búsqueda: la soledad. Louise quiere tener la libertad de estar sola cuando le sea necesario. Este objetivo en particular no es realmente el que ella se plantea en un inicio, aunque la necesidad esté ahí latente. Lo que Louise quiere en un inicio es recuperar un terreno propio, el terreno de su libertad, que se traduce en el plano externo del relato en libertad de movimiento: si quiere quedarse en una fiesta hasta tarde, no puede porque 1. Rémi tendría que ir y Rémi es súper mala onda, 2. Si va sola tendría que volver en el último tren y al llegar despertaría a Rémi que juega tenis a la mañana siguiente. Después de una pelea en la que Don Tiburón se pone un poco violento — por ponerlo suave —, éste “acepta” el trato que le propone Louise. A partir de ahí suceden dos cosas: por un lado vemos cómo se manifiesta esa libertad en la fisicalidad del piso en París, es decir, Louise empieza a restaurar y a decorar el apartamento, a hacerlo suyo. Por otro lado, una vez el apartamento ya está listo y Louise pasa su primera noche, intenta llamar a varios amigos para salir, pero ninguno puede. En un inicio está frustrada, ya que esa era más o menos la razón de quedarse en la ciudad. Sin embargo, esto termina siendo un regalo, ya que por primera vez en años pasa una noche sola, “en su cama de soltera”, leyendo, escuchando música. En este momento en particular, al Louise no lograr lo que quiere, descubre lo que realmente necesita: espacio para estar sola.

Después hablaremos más de esto, pero mientras tanto, para concluir esta parte, hemos visto entonces que para Louise tener un espacio propio — una habitación propia para meter a Virginia Woolf en el lío —, es sinónimo de libertad: libertad de movimiento, libertad de verse reflejada en el lugar que habita y en la ciudad que habita, y libertad de no tener que estar atada a otro ser humano y amarlo a su manera. La soledad no es un sinónimo obligatorio de libertad, pero en el caso de Louise lo es, no tanto por la soledad en sí — aunque ya implique no andar con Don Tiburón a rastro —, sino por poder decidir cuándo quiere estar sola. La libertad está en la decisión — aunque sepamos que no hay realmente ninguna decisión completamente libre, etc etc etc. Y con esto, queridos televidentes, pasamos a nuestro próximo segmento.

Antes de pasar al siguiente punto quiero detenerme rápidamente en una cosa. Ese fotograma que está ahí en el medio no es al que me refería como mi escena de baile favorita, aunque es igual de genial. Si han visto la película sabrán que hay varias, y que no se sorprendan los que no han visto tanto a Rohmer: el viejito no era para nada ajeno a la alegría de bailar — Le Genou de Claire, Conte d’Été, 4 Aventures de Reinette et Mirabelle son algunas de las otras pelis en las que vemos fiestas, yendo de los bailes del 14 de julio a dos nuevas amigas bailando solas una especie de synthpop en una granja (?). Todas son fabulosas, pero mi favorita tendrá que ser la que se da al ritmo de “Les Tarots” de Elli et Jacno. No sé, se las dejo por si les sirve de algo. No sabría explicar exactamente por qué es mi favorita, más allá del juego con los elementos narrativos de la trama. Realmente creo que la razón por la que me gusta es más sencilla: Fabrice Luchini. Aparte de esto, hablé brevemente en mi texto sobre Le Rayon Vert de Rohmer y el uso de la música extradiegética. En Les Nuits de la Pleine Lune tenemos algo realmente excepcional: una secuencia de montaje. Sí señores y señoras, leyeron correctamente, tenemos una secuencia de montaje con otra canción de Elli et Jacno, una secuencia sacada directamente de una comedia romántica.

Muy bien, supongo que hay que pasar ahora a lo que importa. Ya vimos en una primera parte la relación de Louise con el espacio, y cómo ésta vuelve física su búsqueda de libertad. Nos quedamos entonces en que Louise quiere decidir cuándo estar sola, lo cual también significa que quiere decidir cuándo estar acompañada. Frase tonta, lo sé, pero quería dejarlo claro porque vamos a hablar de Louise y los otros. Contemos la película ahora desde este punto de vista [le da una calada a su cigarrillo, no sin cierto nerviosismo]: Louise vive con su novio Don Tiburón, pero a veces quisiera quererlo de lejos para quererlo mejor, porque así es la vida para algunos. A ella le gusta bailar y juntarse con los amigos, pero a su novio le caen mal los amigos de ella, y lo que hace él aparte de trabajar y tomar té en una tetera rota, es jugar tennis. Louise decide reapropiarse de su piso en el centro de París donde puede hacer lo que le gusta y ser más feliz cuando está con Don Tiburón. Está más cerca también de su amigo Octave que se siente muy atraído por ella aunque él esté casado, y que se lo dice sin problema. Poco a poco — y con un quiproquo entremedio en el que Louise se da cuenta de que su novio está viendo a otra chica —, Louise se va viendo sofocada entre un chico que le atrae porque bailan juntos súper bien y los celos de Octave — no me estoy equivocando de nombre, en esta parte de la película Don Tiburón está súper chill. Al final, después de una noche con este chico súper ochentero que baila bien, Louise se da cuenta de que en realidad quiere estar en su otra casa con su novio. Pero al llegar se entera de que Don Tiburón se enamoró de la otra chica y entonces Louise termina sola, esta vez “en serio”. Después hablaremos un poco más de lo que pasa por debajo de todo esto entre Louise y Louise, pero vamos a hablar primero de esta relación de ella con los otros.

Louise es alguien que seduce, aunque no siempre lo haga activamente, al contrario de Octave que según él lo hace todo el tiempo — “me gusta la seducción por la seducción misma”. No sabría decir exactamente cómo ni por qué Luchini logró seducirme en esta película, pero estoy casi segura de que cualquiera que viera la película podría verse seducido, por lo menos un poquito, por Pascale Ogier. Louise no le propone a Rémi una relación abierta como tal al inicio de la película, pero sí le advierte que puede ser una de las consecuencias de este nuevo trato, y que es un mal menor para estar felices juntos. Es evidente que la relación que tiene con este chico ochentero es puramente física, realmente no parece estar buscando una pareja paralela a su relación “oficial”. También es evidente que a Louise de verdad no le atrae Octave — se lo dice una y otra vez. Honestamente esta película es relatable para mí del punto de vista de casi todos los personajes pero no entraré en esos detalles. Lo que quiero decir supongo es que para Louise, parte de esta libertad que anda buscando es poder ver a otras personas, pero no a “cualquiera” como le reprocha Octave que de verdad está horrorizado en su gusto en los hombres — y yo estoy de acuerdo. Ella le dice “no es con cualquiera”, y esto es lo que realmente preocupa a Octave que le dice básicamente “full, ese es el problema, que tienes un gusto pésimo”. Nada contra el chico ochentero que se ve muy buena onda, sólo que es demasiado ochentero y se viste francamente mal. Me estoy yendo por unas ramas larguísimas.

Puedo resumir esto mucho más rápidamente para llegar a mi próximo punto. ¿A dónde quiero llegar con esto? Louise necesita estar lejos de Rémi para quererlo más, esto ya lo vimos en la primera parte. Para ella su necesidad de estar lejos de Rémi no tiene tanto que ver con Rémi, sino con ella. Necesita estar lejos para quererlo mejor. Necesita tener un poco de libertad, un poco de respiro, salir a la superficie, para poder volver a sumergirse en su relación en los suburbios de París. Entonces conoce al chico ochentero en una fiesta y bailan chévere. La suerte es que cuando deciden darle pa’llá, él se va al día siguiente, así que pueden pasar una noche juntos sin verse atados a nada. Louise no está buscando realmente una nueva relación, como ya dije, aunque hablaremos de esto un poquito — un poquito nada más se los prometo — en el próximo punto. Sin embargo cuando se acuesta con él esa noche, se da cuenta de que no quiere estar con nadie en ese piso de París. Le sofoca la presencia de este hombre durmiendo en su cama. Con Octave, todo es más difícil. Al tenerla tan cerca, quiere casi adueñarse de ella, no soporta imaginársela con un hombre cualquiera. Les Nuits de la Pleine Lune es una película que considero muy fácil de ver, sin embargo advierto que hay tres escenas tensas. Una de ellas es en la que Louise se prepara para salir con el chico ochentero — de verdad que no sé si tiene nombre —, está tarde, le avisa a Octave que no se van a ver esa noche, pero Octave ya está abajo en su puerta. La invasión del “otro” en el pequeño piso de Louise se hace muy evidente en ese momento. Más allá de las cosas que le dice Octave, lo importante es lo que ella le dice a él: “no te pongas en esa tú también”. Louise ya tiene un novio posesivo, no quiere un amigo que lo sea también. Como ya dijimos, necesita ese espacio de libertad en el que ella pueda decidir si estar sola o estar con alguien. Sin embargo, mis queridos televidentes, a continuación veremos por qué el mismo Luc Arbona que cité al inicio describe Les Nuits de la Pleine Lune como la película más moralista de Rohmer. [Se enrola un último cigarrillo].

La verdad es que muchas de las películas de Rohmer terminan bien, tomemos tres ejemplos de las otras pelis de la serie de Comedias y Proverbios: en Le Rayon Vert, después de un largo y tortuoso verano, Delphine logra vivir algo mágico junto con alguien. En L’ami de mon Amie después de muchas idas y venidas, todo el mundo termina siendo novio de quien tenía que ser. En Pauline à la Plage quizás es un poco más complejo, pero por más que nosotros sepamos la verdad, Marion nunca se entera de que Henri le pegó los cuernos. Tengo que volver a ver Le Beau Mariage y La Femme de l’Aviateur, pero una cosa es segura: Rohmer definitivamente parece castigar a Louise al final de la película. Podemos volver al proverbio inicial, “quien tiene dos mujeres pierde su alma, quien tiene dos casas pierde la razón”. Podríamos preguntarnos si perder el alma o si perder la razón es peor, pero no sé si quiero emprender ese camino porque ya he alargado este texto suficientemente. Sin embargo podemos notar que al “perder la razón” estar después de “perder el alma” en el proverbio, pareciera que perder la razón es realmente el punchline. Pero también hay otro detalle primaveral: realmente, en la película, nadie ama a dos personas al mismo tiempo. De hecho es algo que Louise considera imposible, y por eso le dice a Rémi que cuando uno de los dos se haya enamorado de otra persona, entonces ahí sabrán que el asunto se ha dado por terminado. Louise no podemos decir que ama al chico ochentero. Y Rémi, una vez que se enamora de una rubia alta que obvio juega tennis, le dice a Louise cruelmente al final de la película: “tenías razón cuando dijiste que podía amar más a otra persona”. Smooth. El foco está entonces principalmente — en el proverbio y hasta cierto punto en la trama —, en este asunto de tener dos casas. Obvio parece que me lo estoy tomando súper literal, pero lo digo así porque ya me di a la tarea en el resto del texto de hablar de lo que eso “representa”.

El texto ese de Inrock describe a Louise como “una princesa narcisista”. Aunque me parece muy conmovedor el resto del artículo, debo decir que no estoy de acuerdo ni con la palabra “princesa” ni con el adjetivo “narcisista”. Si ya Arbona pensaba que Rohmer estaba siendo moralista en la película, entonces me parece que él lo está siendo el doble. Llegó la hora de resumir la película por última vez, intentando contarla desde el interior de Louise [se toma un largo trago de agua]: Louise es la chica que quisiéramos ser, es linda, elegante, tiene buen gusto — decorando casas, no en hombres, como ya vimos —, y baila sin miedo. Arbona dice que también tiene suerte porque tiene a un hombre que la quiere… Sí, efectivamente la quiere, pero la quiere ¿demasiado? Y bueno, ni siquiera, como vemos al final de la película. Pero bueno, eso también podría debatirse — sí la quería como él decía, pero luego se encontró a otra que quiere de otra forma más tranquila y con la que sí es compatible. En fin, antes de seguir, a esto me refiero justamente: es complejo. Las relaciones humanas son complejas, entender lo que uno quiere o no quiere puede ser extremadamente complejo. Los personajes Rohmerianos tienen eso, parecen peones de una trama, y de verdad que pueden ser sólo eso y funcionar perfectamente bien, pero lo que siempre me ha atrapado en el cine de Rohmer es que por debajo de este armado perfecto del cuento, están corriendo todas las complejas dudas e indecisiones del ser humano, que hacen que dé realmente la impresión que Rohmer “simplemente” logró capturar el momento que a él le convenía en la vida de estos personajes para contar lo que él quería contar¹.

Vuelvo entonces: Louise tiene todo eso que ya mencioné antes, pero también es una chica que nunca ha vivido realmente sola, como ya dije hace milenios cuando empecé este texto. Le dice a Octave que cuando estaba con un novio, ya se estaba enamorando del siguiente. A lo largo de la película, Louise de verdad piensa que lo que está haciendo es para poder seguir con Rémi — su bienestar, además de lo importante que pueda ser para ella a un nivel personal, y de cómo lo vaya descubriendo, sigue siendo para ella una manera de salvar su relación. ¿Es egoísta? No sé, quizás un poco. ¿Hay algo de ingenuidad en su propuesta? Posiblemente. Pero, ¿es narcisista? Me niego. Y mucho menos una “princesa”. Estos dos términos usados por Arbona parecen querer decirnos que todo lo que hace Louise es porque no le importa nadie más que ella. Por un lado, no, como ya dije, está genuinamente buscando un equilibrio, porque por alguna extraña y misteriosa razón, de verdad quiere a Don Tiburón, o cree que lo quiere, no sé. Pero por otro lado, sí lo hace por ella, ¿y entonces? Realmente el que termina haciéndole más daño es él, y no digo que él no haya sufrido. Ambos han sufrido estando en esa relación.

Creo que voy a lograr terminar con este párrafo, y espero que sí porque son las tres de la mañana. A lo que quiero llegar es que no veo el final de Les Nuits de la Pleine Lune como un castigo. Honestamente no sé cómo lo veía Rohmer, pero recuerdo que cuando hablamos del tema de la libertad en clases de filosofía en el colegio, el profesor nos hablaba del acto de liberación. Es un acto doloroso, porque hay primero que hacerse consciente de que uno no es libre, y luego hay que lograr zafarse, y a veces uno realmente no quiere, o no sabe si quiere, o tiene miedo de lo que pasará después. No estoy diciendo específicamente que Louise haya estado en una relación “abusiva”, era una relación tóxica para ambos. Es un alivio para ambos, y para mí, que se separen al final de la película. Pero obviamente es doloroso, y es doloroso porque Louise no quería zafar completamente. Quizás porque es la primera vez que no tiene al próximo novio en vista, quizás porque le duele que la estén dejando a ella, cuando ella era la que quería libertad. Pero posiblemente y sencillamente porque ella de verdad quiere a Rémi, porque se dio cuenta esa noche de que quería estar con él, aunque quizás al fin de semana siguiente se diera cuenta de que quería estar sola. Eso no la hace “inestable” o “narcisista”, así como Don Tiburón tampoco sea quizás tan posesivo siempre que tiene una novia, ni es un monstruo por haberse enamorado de otra, ni le mintió cuando le dijo que la quería. Ambos fueron quienes fueron mientras estuvieron juntos, porque ambos necesitaban cosas que el otro no podía darle. Por eso es doloroso, por eso ese final tiene tanta verdad aunque la posición de los actores pueda parecer teatralmente Rohmeriana.

La última razón por la cual la liberación es un proceso difícil, es porque es difícil a veces seguir siendo libres después — no buscar la siguiente cadena. Louise, al final de la película, tiene por primera vez la oportunidad de estar sola. Pudo no haber logrado lo que quería en la película, pero estoy más que segura que unos días después se dio cuenta de que logró lo que necesitaba.


¹ Hace años escribí un texto bien corto sobre esto — menos de una página. Me avisan en los comentarios si quieren leerlo.

Julia Scrive-LoyerComment